Marcelo Montealegre
Marcelo Montealegre es, sin duda, uno de los referentes mas sólidos del fotoperiodismo y de fotodocumentalismo, no solo en Chile, sino en el continente: el Gran Continente Americano.
Montealegre registró la vida cotidiana en Chile entre los años 1958 y 1968, publicando con ese material su libro “No me olvido” lanzado el 2011 en Santiago.
Ahora, con 57 años de profesión, nos muestra su visión de la ciudad de Nueva York y nos regala una “especie de relato autobiográfico…”
En 1958 (después de un fallido intento de estudiar ingeniería en la Universidad Católica de Chile), inicié mi carrera de fotógrafo independiente (free-lance) en Santiago, fotografiando matrimonios, cumpleaños, familias, publicidad, relaciones públicas, grupos de teatro, etc. Mis primeros trabajos periodísticos, en 1960, fueron para “La Voz”, semanario del Arzobispado de Santiago, que se destacó por su periodismo veraz e incisivo.
Poco después se agregó el “South Pacific Mail”, de Santiago, un semanario en inglés donde también empecé a escribir. A poco andar comencé a vender mi trabajo en los principales órganos periodísticos de la época: Ercilla, Vea, Siete Días, El Diario Ilustrado, Zig- Zag, Paula, etc. Y pronto se sumaron publicaciones extranjeras, como The Houston Post, Time, Life, Super Mundo Deportivo, Clarín de Buenos Aires y otros.
En 1962, mientras cubría la Conferencia de Cancilleres de la OEA en Punta del Este, Uruguay, conocí a Mario Planet, uno de los grandes del periodismo chileno y mi “mentor”, y al inefable Teddy Córdova, otro de los “grandes”. Ambos fueron piezas claves en mi tránsito hacia el periodismo y la fotografía internacionales. La conferencia resultó un verdadero curso universitario de cómo funciona la Política Internacional (o los “enjuagues internacionales”, si se quiere). Además de ser mi primera aventura en el extranjero, también me ayudó a establecerme firmemente como fotógrafo, ya que llevé un laboratorio portátil que instalé en el baño de mi pieza del hotel, hecho que no fue muy del agrado de mi compañero de pieza. Todas las noches revelaba las fotos tomadas durante el día, y a la mañana siguiente las vendía a los periodistas que cubrían la conferencia.
Para mi sorpresa y felicidad, vendí todo lo que imprimí.
En julio de ese mismo año cubrí el Mundial de Fútbol de 1962, que se llevó a cabo en Chile, tanto para “La Voz” como para “Súper Mundo Deportivo”, de Buenos Aires, Argentina. Luego, en septiembre, cubrí un alzamiento militar en Buenos Aires. Una facción del ejército se levantó en contra del gobierno “constitucional” de José María Guido (que había sucedido a Arturo Frondizi, derrocado por Juan Carlos Onganía, el “protector” de Guido). Esa fue mi primera experiencia como “corresponsal de guerra” y definió para siempre mi actitud frente a los militares.
A mi vuelta a Santiago vendí todo el material obtenido en Buenos Aires a la prensa chilena. Poco después empecé a hacer clases de periodismo en inglés y de fotografía periodística en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile y me inicié como fotógrafo en el departamento de prensa del Canal 9 de TV de la Universidad de Chile (dirigido por Douglas Hübner), donde usamos fotos fijas para cubrir algunas de las noticias. En el Canal 9 también estuve encargado de las noticias internacionales, gracias principalmente a mi conocimiento del inglés.
Mi relación con Mario Planet incluyó también tomar fotografías para la empresa TIME, de la cual Mario era corresponsal (stringer). Ninguna de los temas resultó más dramático que la reacción en las calles ante el asesinato de John F. Kennedy. Sólo es comparable a las dos tragedias del 11 de septiembre; la caída del gobierno de Allende y su muerte y el ataque a las torres gemelas del World Trade Center más de una generación después. Ya vivía en Nueva York para el golpe de 1973, pero fue como si hubiera estado presente, tantos miembros de mi familia, amigos y colegas se vieron afectados.
Pero, volviendo al hilo de esta historia, cada vez que llegaba a Chile algún periodista o representante de TIME, Mario aprovechaba mi inglés y me ponía de guía del visitante.
Eso llevó a que finalmente, en 1967, fuera invitado a Nueva York por Life en Español para recibir entrenamiento como corresponsal. La Gran Manzana me cautivó totalmente y cuando, después de cinco meses, volví a Santiago lo hice con la convicción, casi inconsciente, de que iba a tener que volver definitivamente, cosa que sucedió en octubre de 1968, cuando volví a cubrir la elección de Nixon para el Canal 9 y la Agencia de Prensa Eventus de Santiago, que había fundado con unos amigos fotógrafos y periodistas.
Ya establecido en Nueva York, por mi cuenta, pues Life en Español se cerraba y mi relación con ellos estaba basada en mi presencia y permanencia en Santiago, cosa que ya no me interesaba, busqué activamente ubicarme como fotógrafo independiente. Por un tiempo me representó la agencia Liaison (posteriormente Gama-Liaison) y luego Echave & Associates. A través de estas agencias mis trabajos se publicaron en Newsweek, Oui, Manchete, Spiegel y otras publicaciones. Igualmente realicé trabajos más comerciales, los que me llevaron a Marruecos (dos veces), Puerto Rico y México entre otros países. También hice trabajos para organizaciones de derechos humanos, los que me llevaron a América Central (Nicaragua, Honduras y El Salvador). Y no faltaron los proyectos personales, para los que viajé a Europa, el Caribe y, nuevamente, América Central.
En Nueva York, la ciudad misma, mi familia, mis amistades y conocidos fueron, y son, una constante fuente de inspiración y una especie de tema permanente. Me fascina la relación entre las personas y la interacción de los seres humanos con su propio medioambiente. El paso de los años ha producido una enorme acumulación de imágenes, hecho que por sí sólo las ha hecho adquirir un valor histórico. Después de todo, mis primeros intentos fotográficos serios datan de comienzos de la década de los 50, hace ya más de medio siglo, cifra que simplemente suena increíble.
Ese mismo pasar de los años, más otros factores, dañó mi sistema cardiovascular y el 4 de julio, de 1999 fui a parar a la sala de emergencia del Saint Luke’s Hospital con dolores al pecho y antes de que me diera cuenta cabal de lo que me pasaba, ya me habían hecho un triple by pass. Nada mejor que “un encuentro cercano de la tercera clase” con nuestra mortalidad para hacernos cavilar y preguntarnos lo que son, quizás, las preguntas más básicas.
Estas experiencias que, demás está decirlo, son nuevas para mí, le han dado una nueva vida a esas casi ciento treinta mil imágenes que representan la obra de toda mi vida y, más que nada, lo más cercano a la felicidad que me ha tocado vivir.
Ahora, mi más ferviente deseo es tener el tiempo para explorarlas y compartirlas.
El resto, mis amigos, es otra historia…
Marcelo Montealegre.