Manuel Álvarez Bravo
Manuel Álvarez Bravo por Héctor Garcia, 5 de febrero de 1972
Manuel Álvarez Bravo fotógrafo de la identidad mexicana del siglo XX, artista plástico y visual que durante más de cien años de vida, contribuyó a la definición del pueblo mexicano a través de sus imágenes que nos descubren y nos determinan; nos retratan y nos muestran, desde una legendaria lente y a través de plata sobre gelatina. Maestro de la fotografía análoga de México, siempre le interesaron las nuevas técnicas, llegando a experimentar con las polaroid. Sin duda hubiera experimentado también con las imágenes digitales.
Nació el 4 de febrero de 1902 en la ciudad de México, su padre fue un profesor, que de vez en cuando se dedicaba a la fotografía y a la pintura. Álvarez Bravo, antes de dedicarse a la profesión que lo proyectaría a todo el orbe, fue burócrata en varias dependencias, intentó estudiar contaduría, pero en 1915 inició su camino hacia en el quehacer artístico y se inscribió en la Academia de San Carlos para estudiar arte y música.
A pesar de estos estudios, Álvarez Bravo siempre ha sido considerado como autodidacta. Su primera influencia importante en el universo de las imágenes la tuvo en 1923 al conocer al fotógrafo alemán Hugo Brehme, quien lo incitó a comprar su primera cámara. Para 1925 obtuvo su primer premio en un concurso local en Oaxaca. Iniciaba pues, la historia de uno de los grandes fotógrafos de México y del mundo. En el mismo año, contrajo matrimonio con Lola Martínez de Anda, quien años más tarde, asumió la misma profesión.
Por aquellos tiempos conoció a Tina Modotti, Diego Rivera, Pablo O’Higgins, entre otros. Estas amistades lo estimularon ideológica y políticamente hacia el carisma social que distingue toda su obra: plasmar la cultura e identidad mexicanas, con una visión que va más allá de una simple documentación, adentrándose con gran imaginación en la vida urbana y la de los pueblos, los campos, la religión, el paisaje y las tradiciones.
En 1930, tras la salida del país de Tina Modotti, colaboró con Diego Rivera en la revista Mexican Folkways fotografiando el trabajo de los muralistas y al mismo tiempo expuso en el Museo de Arte de Berkeley, en California.
Ese mismo año, se dedica por completo a la profesión fotográfica y en 1932 realizó su primera muestra individual en la Galería Posada. En esa época compartió exposiciones con el famoso fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson en las salas del Palacio de Bellas Artes, fascinando a André Breton, quien descubrió en su trabajo un surrealismo innato, y en 1935 le organizó una exposición en París que sería trascendental en su trayectoria artística.
En 1936 expuso en la Galería Hipocampo del poeta mexicano Xavier Villaurrutia. Durante este periodo se adentró en la experiencia de nuevas soluciones que lo apartaron por completo del lenguaje visual desarrollado por los artistas de la lente que lo antecedieron, empleando elementos que dan mayor énfasis a la capacidad para evocar imágenes, a través de los sugestivos títulos de sus fotografías, basadas en la cultura y en la tradición mexicanas, que denotan una gran perspicacia y, en ocasiones, un fino sentido del humor.
La década de los cuarenta, marcó el inicio de Álvarez Bravo en el mundo cinematográfico. Trabajó al lado del cineasta ruso Sergei Eisenstein en ¡Viva México!, y participó en rodajes de personalidades como John Ford y Luis Buñuel. Asimismo, en 1944, fue realizador del largometraje Tehuantepec, así como de los cortometrajes Los tigres de Coyoacán, La vida cotidiana de los perros, ¿Cuánta será la oscuridad? (con el escritor José Revueltas) y El obrero (con también escritor Juan de la Cabada). Es en esta década cuando consolida su madurez artística (que aún perdura), mediante recursos tales como la yuxtaposición, el aislamiento de detalles y el ordenamiento con rigor geométrico. Ello dio como resultado el manejo simultáneo de lo familiar y lo inesperado, generando una ambigüedad que invita al espectador a ver con nuevos ojos las cosas cotidianas y a construir su propio significado.
Durante una larga trayectoria nacional e internacional, que culminó con su muerte física el 19 de octubre del 2002, Álvarez Bravo acumuló experiencias, premios, reconocimientos, exposiciones, incluso gran parte de su labor ha consistido en reunir y dar a conocer importantes colecciones fotográficas, así como la creación del Primer Museo de la Fotografía en México. Dentro de sus premios destacan los siguientes: Premio Nacional de las Artes (México, 1975), Condecoración oficial de la Ordre des Arts et Lettres Français, en 1981, Premio Víctor Hasselblad (Suecia, 1984) y el Master of Photography del ICP (Nueva York, E.U.A, 1987).
Las imágenes, matriz de la obra de Manuel Álvarez Bravo registran personas, lugares y objetos que reflejan nuestra historia; contando un secreto, que no sólo tiene que ver con nuestra tierra, paisajes y tradiciones, sino que nos tocan en lo personal. Son imágenes relacionadas con nuestras ilusiones, nuestros fracasos, nuestras esperanzas, y que nos transportan hasta los recuerdos de la infancia. Este es el elemento poético que lo distingue y que al mismo tiempo lo hace universal.
Fuentes:
http://redescolar.ilce.edu.mx
http://www.manuelalvarezbravo.org/