Martín Chambi Jiménez
Martín Chambi Jiménez (n. 5 de noviembre de 1891- † m. 13 de septiembre de 1973)
Chambi tuvo suerte, mucha suerte. Chambi nació a fines del siglo XIX en una alejada aldea surandina en el seno de una comunidad campesina de tradiciones indígenas quechua. El proceso de ascensión social que vivió Chambi fue extraordinario para su época. Si cuando planeaba emigrar a la ciudad de Arequipa a los catorce años alguien hubiera escuchado su proyecto de vida hubiera dicho que estaba condenado al fracaso, pero nadie puede dudar de que tuvo éxito en su carrera.
En Chambi se dio la concurrencia afortunada de varias circunstancias históricas, siendo las principales, -sin entrar en detalle-, la llegada tardía de la revolución industrial a los Andes, con toda la secuela de encuentros de la modernidad con la tradición; el relativo auge económico local, motivado principalmente por el aumento del comercio, las mejoras de la comunicación y los servicios, y el consiguiente interés turístico creciente por el Cuzco; y la emergencia de programas sociales y políticos pro-indígenas surgidos desde los centros urbanos con su importante correlato de movimientos artístico-literarios que se permeaban en el quehacer cultural. Mientras que Chambi se aprovechó con resolución, sagacidad y talento de la situación en que se encontraba, ésta es totalmente irrepetible. Es más, Chambi fue un caso aislado. La posibilidad que tuvo de realizar su obra tal como la hizo fue tan excepcional como su ascenso social.
Esto no quiere decir que Chambi fuera el único fotógrafo en el Cuzco de aquel entonces, es más, parece que la efervescencia social, económica y cultural de aquellos días propició en el Cuzco el clima necesario para que una ola de fotógrafos desarrollaran obras peculiares conjuntamente a Chambi. Éstos alguna vez han sido reunidos bajo el título especulativo de Escuela de Fotografía Cuzqueña, aunque nunca llegaron a consolidarse como un movimiento unitario y más bien vivían dentro de ambientes sociales diferentes, con especialidades y clientelas distintas, a pesar de que algunos guardaran ciertas relaciones profesionales entre sí. Chambi sin duda se alimentó del mismo caldo de cultivo pero hasta el momento es el único que remonta de ese modo la escala social y también, un tanto injustamente, el único cuya obra ha sido ampliamente reconocida.
La fotografía en el Cuzco de las primeras décadas del siglo XX fue un signo más de la pujante modernidad que empapaba la sociedad, conjuntamente con el ferrocarril, la motocicleta, el automóvil y el aeroplano, cuya llegada ha sido fielmente documentada por Chambi. La fotografía en ese nuevo ambiente fue a su vez huella y marca, fue medio de registro y medio de darle forma a la imaginación, de uno mismo, de los demás, y también del ambiente en que se operaba. De hecho hubo un significativo encuentro de las formas de imaginación tradicionales, no sólo las reinantes en el medio burgués que apoyaba a Chambi, sino también de las formas de los grupos menos favorecidos, los mestizos, los indígenas. Y todas estas imaginaciones a su vez se encontraron con las ventajas, limitaciones y demandas de la modernidad. Por sus características particulares, el fenómeno fotográfico mismo fue un escenario que influyó tremendamente en las formas de imaginación y dejó impreso estos encuentros, todos los choques, tropezones y magulladuras. Chambi casi lo único que hace es responder con habilidad tanto al estímulo de la cultura reinante como a la de sus orígenes; se alimenta de cultura para retroalimetar a su vez la cultura.
He dicho antes que había muchas obras de Chambi. Una división coherente de la obra de Chambi ha sido entre obra comercial, -la que hacía para vivir-, y obra personal, -la que hacía sin ánimo de lucro-. A la primera correspondería su trabajo en estudio, cuantitativamente el mayor, que son básicamente retratos; también se incluirían aquí sus retratos por encargo fuera de estudio y en exteriores, y sus grandes retratos grupales. A la segunda se le ha adscrito principalmente su trabajo de registro antropológico, básicamente retratos de la etnia andina y registro de tradiciones locales; también dentro de esta veta estarían sus numerosas vistas urbanas del Cuzco y sus vistas de restos arqueológicos. Esta parte de su obra a pesar de ser cuantitativamente menor se distingue por haber sido realizada con notable persistencia y continuidad. Si bien más difíciles de ubicar, el registro de eventos de corte histórico, como el de los signos de advenimiento de la modernidad, y también los paisajes de corte pictorialista que presentaba en sus exposiciones en vida, estarían en un plano intermedio entre ambas categorías.
Sin embargo, estudios recientes dejan esta división en un piso menos estable de lo que antes parecía. Se ha comprobado por ejemplo que Chambi utilizaba su trabajo de corte antropológico para publicarse en la emergente prensa gráfica de Lima, que de sus registros arqueológicos hacía ediciones que él mismo vendía, que sus necesidades de sobrevivencia motivarían la mayor parte de su obra, y que a veces sus imágenes eran menos espontáneas de lo que inicialmente se pensaba. Sin entrar a fondo en estos temas quisiera hacer notar que aquí también hay un encuentro entre intenciones, usos, interpretaciones y valores circunscritos a la obra de Chambi.
Mientras que el éxito que tuvo Chambi en la realización de su obra es indudable, el futuro de su obra no ha tenido tanta suerte como él. Desde su redescubrimiento a fines de los años 1970 la recepción de su obra ha sido muy desigual, frecuentemente incomprendida y hasta desvirtuada.
Chambi ha sido fotógrafo de blancos que codiciaban sus imágenes, pero también ha sido fotógrafo de indios y de mestizos. Chambi puede ser tomado como un fotógrafo documental al pie de la letra, pero también puede acercársele a cierto formalismo entre las sempiternas disquisiciones del arte entre forma y contenido, y sin duda es fácil verlo como llano producto artístico sin más consideración, a la manera que también el pictorialismo hizo de él en su época. Así es que Chambi puede convertirse en emblema de luchas, -acaso ajenas-, paladín del arte o fiel de la balanza en el rescate de lo perdido por la historia indeseada.
En este punto podemos colocar realidades diferentes en series inacabables. Ricos y pobres; blancos, indios y mestizos; tradición, renovación y modernidad; campo y ciudad: pasado y presente; fotografía artística y fotografía documental; forma y contenido; libertad y comercio; pero también lógica racional y lógica circular, los espejos, cruces y abalorios de los primeros conquistadores y los ídolos de oro por los cuales los canjeaban, 500 años de historia y la más deslumbrante actualidad.
Ahora solo falta mencionar el último encuentro, el de las culturas tradicionales en la época de la globalización, cuyo icono mayor es la internet en la cual nos encontramos, donde Chambi empieza a tomar un papel tratando de definir los contenidos de su vida y obra a través de este nuevo medio y que Chambi parece resistir tan bien como ya resistió tantos embates de su destino.
Parafraseando al antropólogo brasileño Eduardo Viveiros de Castro, refiriéndose a las etnias amazónicas, el destino de los indios es nuestro destino, porque mientras el mundo sea como es cada uno de nosotros será siempre el indio de otro. No es ni siquiera cuestión de raza o cultura.
Sobre un texto de Jorge Heredia