Nelson Muñoz Mera

Experiencia y trabajo periodístico en tiempos de dictadura.
Nelson Hugo Muñoz Mera. Periodista, fotógrafo y docente universitario.

Me inicie en Revista Hoy, para luego ser invitado a trabajar en la “Vicaría de la Solidaridad”, ser parte integrante de trabajadores de prensa del “Boletín de la Solidaridad”, luego como editor del Diario “Fortín Mapocho” y posteriormente como Editor de la Secretaría de Comunicación en Palacio de la Moneda durante cuatro años de Patricio Aylwin y Editor del “Diario la Nación”.

Lota

Memoria fotográfica (1978-2018)

Antes de finalizar la década de los setenta, ya me entusiasmaba la idea de ir a Lota y recorrer sus diversos espacios que me llamaban poderosamente la atención, en particular el tema de la construcción de los denominados “pabellones” que eran las casas de los mineros que se caracterizaban por lo reducido de sus tres espacios, dispuestas una sobre la otra, comunicadas por una escalera, y en el exterior se encontraban los espacios comunes destinados a los baños, lavaderos y los hornos destinados a cocer el famoso pan Lotino, en contraste con los pabellones estaba el parque Cousiño, los casinos, y casas destinadas a ingenieros o administrativos, ese contraste constituía una desigualdad que llamaba la atención.

Seguramente también recibí otra influencia, fueron las imágenes heredadas de Baldomero Lillo, gran narrador Lotino que escribe, a inicios del 1900 “Sub-Terra”, obra literaria que en sus páginas da cuenta de la vida de los mineros en medio de los socavones bajo el mar y su pobreza en la superficie. Su relato me acerco a esta ciudad a orillas del mar, tan cerca del Concepción donde crecí.

Su olor a carbón y a humedad, su ambiente siempre gris, con adoquines mojados que sostenían la miseria de sus pabellones, construidos por los dueños del mineral –la familia Cousiño– habitaciones colectivas que carecían de baños, espacios comunes como cocinas y lavaderos, donde habitaban las mujeres de los mineros siempre sumidas en su trabajo doméstico, tal como lo hacían sus esposos que cada día se internaban bajo el mar para extraer el carbón.

Lota era una ciudad olvidada y alejada de la vida nacional, sin embargo, esos hombres, mujeres y niños seguían adelante con una vida en medio de la pobreza. Era una vida similar a la retratada por Máximo Gorki, escritor ruso que supo cómo retratar las historias de vida de los habitantes de su país en los suburbios a inicios del 1900.

En este afán de retratar lo que el ojo contemplaba y además llamaba la atención, los niños jugando en las calles, los estudiantes que acudían a los colegios cercanos y el trabajo constante de la mujeres, el enigma era el trabajo de los mineros en las cavidades de las entrañas de la tierra, la cámara era compañera perfecta para registrar esos espacios de vida, recorrer las calles lotinas buscando escenas que dieran cuenta de la vida cotidiana, sin pretensiones, solo deambular y dejarse llevar por imágenes que llamaran la atención. Los negativos en blanco y negro siempre me acompañaron en las ciudades donde viví en los años ochenta: Concepción, Valdivia, Santiago y Valparaíso. Después de casi treinta años, al volver a Concepción, surge la idea de recuperar el trabajado en esa Lota de los años 80, un desafío emocionante, una manera de recuperar esa esquiva memoria que tanto nos hace falta.

Estas fotografías pretender dar cuenta de aquella ciudad gris y oscura, representada por el minero que con su lampara iluminaba las profundidades en busca de las vetas del carbón que daría sustento a su familia, actividad laboral desafiante, porque había que ser valiente para trabajar en un espacio cercano al infierno.

Este libro de fotografía es un tributo a esas familias de mineros, a sus mujeres que debían realizar trabajos desafiantes, enfrentando largos inviernos con tareas en espacios públicos inhóspitos y fríos –como los lavaderos comunes– como también un homenaje para esas mujeres que hasta el día de hoy atienden sus puestos, durante todos los días de la semana, en la reconocida Feria de Lota.

Un recordatorio de esos niños que recorrían las calles descalzos, que su lugar de juegos era ayudar a recoger el carbón para llevarlo a sus viviendas siendo un “chinchorrero”.

Es una mirada a la Lota trabajadora, que contrasta con las propiedades de la familia Cousiño con sus esculturas, mármoles, cerámicas, objetos de colección y especies nativas traídas desde Europa, Asia y África que se ubicaron frente al golfo de Arauco, en el parque de Lota, único parque con estilo francés.

Estas imágenes quieren mostrar la dura vida cotidiana de las familias de los mineros, una descripción de un lugar y un momento de la vida de esa ciudad que vivió momentos de luchas, de sacrificios y compromisos, e ideales que se perdieron en el tiempo.

Nelson Muñoz Mera
Concepción, octubre 2022.