Sobre Sumiko Muray

Entrevistas

12 de Mayo de 2017

Por Emiliano Valenzuela

(Sumiko Muray (1979), con estudios en diseño y artes visuales se ha dedicado al desarrollo de obra en el espectro de lo fotográfico en la que destacan las series Pies de Loto, Legítima Defensa. Tipología de las armas presentes en el hogar, The Normal, “La mujer ríe ante el hombre bruto que la seduce”, Sucesiones, Fiesta privada, La Peste y Cuentos.

Ha participado en residencias artísticas del FIFV, con Max Pam, Matt Siber, y talleres con Luis González Palma, en Diálogos y Fotografía ARC y con Nelson Garrido. Actualmente comparte su trabajo con la gestión de su proyecto transdisciplinario REvuelta. Su trabajo ha sido expuesto en Galería Radicales, AFA, MNBA, Ch.aco, Pera de Goma (Uy), Marte Arte Contemporáneo (Uy), Espacio 55 (Es), Galería Cívica y Espacio 916, entre otros.

Sumiko Muray se ha planteado con recurrente obsesión en su trabajo fotográfico la cosificación de lo femenino en función a los estereotipos sociales, y cómo estos -regidores del sentido, cortinas de humo en el cotidiano coercitivo- encuentran un lúdico desvelamiento en el ejercicio por su parte persistente de la toma, si bien es cierto, por una parte, con una estética cuidada o una forma dulce, por otra violenta, arriesgada, vertiginosa, siempre lúcida e incisiva. La cámara entendida en otras palabras como un juego -muy serio por lo demás-, que procurado por la curiosidad, una pulsión inseparable de Muray, descendiente de míticos periodistas policiales, siempre se empeña por disipar ciertos velos, proponer no sólo un quiebre en los discursos hegemónicos, sino además plantear sobre estos, imaginarios críticos novedosos, que reescriben, por ejemplo, la relación entre un cuerpo y su identidad, entre lo público y lo privado; que indagan en la rigidez de las convenciones afectivas y los espacios de intimidad; en la censura y sus normativas, en la divergencia entre ciudad normada y espacio personal. Entre castigo y ley, en fin. Además, en sus imágenes el cuerpo existe en situación de intermediario entre el castigo y el espectáculo; el cuerpo como objeto político deshumanizado, el cuerpo como objeto de sumisión y represión, el cuerpo como cicatriz de la autobiografía, el cuerpo como Otro y Yo al mismo tiempo en que se subvierten relaciones de apego y pertenencia a lo social establecido como contrato. “Yo no me siento fotógrafa –dice-. Mi preocupación pasa por la experimentación. Reniego del discurso academicista del arte, me parece irritante. Se lo dejo a otros. Yo quiero experimentar, explorar. Creo que la gracia de no venir ni desde el mundo del arte o la fotografía te da libertad para perseguir imágenes. Podrían ser otra cosa. Podrían no ser fotos”.

Fotoespacio: Háblame de tu manera de hacer fotos.

Sumiko Muray: Mi proceso es súper onanista. Mis fotos tienen que ver con el placer de perpetuar y descubrir ciertas cosas: algo que te gusta y quieres atraparlo. Cuando empecé a hacer un trabajo que hablaba de mí, me di cuenta que tenía que ser una puesta en escena y que por ello había que producirlas. Eso tenía que ver con rescatar cosas que estaban en mi cabeza de otras épocas, esos pensamientos, esas cosas que te fascinan. Poder tomar algo de eso y meterlo en lo que estás haciendo.

Fotoespacio: Quedémonos un momento en ese imaginario.

Sumiko Muray: Eso tiene mucho que ver con mi infancia, con cosas medias oscuras, con el imaginario policíaco de mi familia, mi padre, mi abuelo, ambos periodistas policiales. Me acuerdo cuando pendeja. Mis papás me mostraban fotos. Ellos tenían mucho registro fotográfico, como periodistas con amigos reporteros gráficos. Había un montón de fotos muy divertidas. Había de mi hermana y yo, cuando los visitábamos en los diarios, pero también había una serie de imágenes que tenían que ver con redadas policiales de travestis y decomisos de droga. Ese tipo de cosas me parecían súper curiosas. Eran puestas en escena. Mis padres eran totalmente antagónicos en lo que me entregaron. Ambos me dieron herramientas súper especiales para la vida, que no son algo que uno pueda aceptar fácilmente. Es muy lindo, pero también complicado cuando tienes que relacionarte con el resto de las personas en un mundo como este.

Fotoespacio: Debe ser interesante ser hija de un periodista policial ¿Cómo es influye en tu trabajo?

Sumiko Muray: Yo creo que principalmente en mi cercanía con el tema, como era el trabajo de mi papá, siempre hubo una mirada natural. Mi viejo como que me estaba abriendo la puerta al mundo de Lynch con lo que me mostraba, más que a la realidad. Todo esto era tan ajeno que me parecía fascinante. Era interesante ver una foto de hombres vestidos de mujer ¿Por qué lo hacían? Yo era súper chica cuando veía esas imágenes. No sabía lo que era un homosexual aún. Mi padre siempre quiso mostrarme lo que estaba debajo de toda esta fachada hipócrita social. Mi madre, por otro lado, quiso hablarme desde un lado más espiritual, desde una rebeldía que siempre tuvo como mujer.

Fotoespacio: En qué momento pudiste hacer un link entre esto familiar con algo generacional; me imagino que cuando saliste de tu casa, encontraste una generación, amigos que tenían que ver con todo lo que pensabas y sentías.

Sumiko Muray: Se me viene a la cabeza un trabajo que tiene que ver con temas de género. Esto que me mostraba mi papá y luego lo que yo viví en un país represivo como Chile. Eso me violentaba tremendamente. Tenía que ver con la represión sexual, con represión de tu libertad sexual, con la represión hacia la mujer. Por ahí mi trabajo tiene una derivación, me gusta tensionar eso: la violencia y la sexualidad de estos personajes que son medios reprimidos. De chica me sentí niña rara, y bueno, ahí uno se encuentra con los otros raros y te juntas con ellos.

Fotoespacio: ¿Cómo quiénes?

Sumiko Muray: De pronto son personajes anónimos no necesariamente expuestos, entre los mismos fotógrafos, pero también me gusta trabajar con gente de todas las disciplinas. Me cuesta mencionarte personas. Me siento más dentro de un colectivo de gente rara, como somos todos.

Fotoespacio: Hablemos brevemente de tu trabajo.

Sumiko Muray: El primer trabajo que hice como serie, como intentando hacer algo más que fotos sueltas, es sobre los cuentos. Tiene que ver con que nada es como te lo cuentan. Yo como diseñadora, y como alguien que trabaja con imágenes, soy súper crítica, sobre todo con lo que está en la superficie: cómo los medios, las noticias y la publicidad arman las cosas y maquillan todo. Mi trabajo tiene que ver con eso. Mi objeto de trabajo fue la mujer. Hay un rollo con el estereotipo, la violencia, la poca libertad, el no calzar.

Fotoespacio: Tu nombre es japonés, pero no eres japonesa, eres chilena. Cuando juegas con todo eso o lo usas para armar un imaginario fotográfico, me parece que sigues cuestionando un estereotipo, usándote a ti misma.

Sumiko Muray: Totalmente. Con otra de mis series estuve obsesionada con el hecho de trabajar con algo que se ve de una manera pero no lo es. Tomé una historia escrita por mi abuelo en un libro de casos policiales. Trataba de un triple homicidio: tres señoras que mueren supuestamente quemadas en una casa, pero a medida que se empieza a investigar el caso se descubre que no murieron por el incendio sino que cada una murió de manera distinta: a una la ahorcaron con el cordón de una plancha, a otra le dispararon y a la tercera la violaron. Esa es una historia chilena y me pareció interesante que estuviera vinculada a mi propia historia y trabajarla desde la línea japonesa de mi biografía, con esa estética que derivó en un trabajo con el Butoh, una danza japonesa que tiene que ver con la muerte. Como trabajaba con la muerte me hizo sentido; tomé algunos elementos gestuales, corporales o de maquillaje relacionados a esta danza, y sumé a la imagen algunos Kanji, que son los ideogramas japoneses para escribir. El trabajo derivó en algo que se veía como japonés pero era chileno. Como mi nombre, Sumiko Muray. Muray se escribe con “y”, por lo que tienden a decirme Murray y yo tengo que explicar que es japonés y no anglosajón. En algún momento pensé en cambiarlo y que fuera como originalmente es en japonés, pero decidí que no y bueno, me dije: esto somos, parte del híbrido que es esta sociedad y hay que aceptarse en esa cosa absurda.

Fotoespacio: Muchas de esas fotos son ese híbrido.

Sumiko Muray: Me gusta experimentar formalmente con eso, también tengo un tema con el diseño y composición. En algún momento me dijeron que tenía que sacarlo porque mis temas son más sucios o más abyectos o debían molestar, pero finalmente encontré que era más interesante que los temas que trabajo se vean desde esta estética más dulce, más higiénica o más cuidada, que son métodos o formas para otro tipo de temas y no para estos, desde una mujer además.

Fotoespacio: ¿Cuáles son tus nuevos proyectos?

Sumiko Muray: Revuelta, una iniciativa personal que ya lleva 3 años, partió como un laboratorio más experimental y ahora lo volqué a algo más político. Sigo con la preocupación de ampliar los espacios para la reflexión para ciertos temas de contingencia social, convocando a un grupo de artistas diverso, instándolos a abandonar su espacio y proceso habitual de creación. Partimos con el aborto en marzo -con una exposición en Galería Radical- y ahora definiendo cómo seguir con las nuevas sesiones de este año, cerrando temas y lugares, ya que se trata de un proyecto itinerante.
Por otro lado, trabajando en hacer la versión santiaguina de Mercado Negro, junto a un par de amigos chilenos que participamos en su versión anterior. Se trata de una exposición de pintura y fotografía, con intervenciones de bandas, venta de fanzines y de “descartes” de foto; que ocurre en un sótano de Montevideo, en la casa de su gestor, Andrés Seoane. Se trata de algo muy por fuera del mercado del arte y muy a pulso. La idea es replicarlo acá, buscar un lugar donde recrear su espíritu, íntimo, underground y sobre todo entre amigos.